Cuando parece que todo va a explotar... no hay nada como tomarse un tiempo, desquitarte de todo aquello que no es estrictamente necesario, y respirar hondo...
Llevo una semana desaparecida en combate... y no porque no me haya acordado del blog. He de reconocer que cada noche me sentía culpable por no escribir cuando estaba en la cama, dándole vueltas a la cabeza esperando a que el sueño llegara. Pero es que ha sido una semana intensa y, aunque podría haber encontrado un hueco, creo que cualquier cosa que hubiera escrito no habría valido la pena.
Me relaja muchísimo escribir... es una forma de plasmar por escrito y sacar de mi cabeza todo lo que da vueltas sin cesar dentro de ella. De hecho, uno de los objetivos por los que nació este blog era ése: descargarme un poco e intentar reflexionar acerca de todo aquello que me pasa y siento, para una vez visto desde fuera, poder encontrar yo solita la solución. Y compartirla con vosotros. O que vosotros me echéis una manita a mí.
Sin embargo, a mi todo placer que se convierte en una obligación como que se me enquista, no puedo evitarlo. Intento llevar más o menos un ritmo de publicaciones, pero creo que es un error que esto marque mi vida en lugar de hacerlo al contrario... Y esta semana concretamente, con todo lo que tenía que hacer, decidí tomármela offline para poder volver con las pilas cargadas.
Me gustan mucho los kitkat, precisamente cuando son tomados en el momento menos oportuno... Parones de todo tipo, que se acaban convirtiendo en momentos de búsquedas y de encuentros, que te hacen replantearte cosas, que te dejan espacio para aumentar el ritmo o disminuirlo, a demanda, según lo necesites tú y sin que te des apenas cuenta...
Me hace feliz pensar que cuando mi mundo colapsa, cuando creo que no puedo más, cuando lloro de impotencia... aún entonces, tengo la posibilidad de poner mi vida (o parte de ella) en stand-by. Y esperar a tener la fuerza suficiente para seguir adelante.
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