miércoles, 11 de junio de 2014

Disfrutando de las pequeñas cosas: Bodorrios

Este sábado pasado estuve de boda. Una boda para mí, al contrario que para la mayoría de la gente que conozco, es un motivo de felicidad. Me gusta más una boda que a un tonto un lápiz. Me gustan tanto, tantísimo las bodas... que creo que el día que me case yo mis depósitos de dopamina entrarán en colapso e implosionaré de felicidad!!


Me gustan todo tipo de bodas: las civiles, las religiosas, en la iglesia o en el jardín, de mañana o de tarde... de hecho, me da igual quien se case: no necesito conocer a los novios para disfrutar de la boda. Me pone muy contenta que la gente se case, aunque sea la hermana de mi vecina del tercero...

Reconozco que la gente no recibe con demasiada alegría una invitación a una boda. Hemos convertido este tipo de celebraciones en un auténtico agujero para tu economía mensual... pero a mí me merece la pena (así compenso la ilusión que le hacen a mi novio este tipo de cosas, jeje).

Disfruto mucho la pre-boda: ese rato que paso discutiendo con mi madre (que lo disfruta tanto como yo) y con mi hermana (que se indigna proporcionalmente a nuestro disfrute) sobre protocolos, qué vestido me pondré, complementos, zapatos, bolso, peinados... y todo aquello que necesito para ir "presentable".

El día de la boda en cuestión es un día D en toda regla para mí. No suelo ir a la peluquería: tengo un pelo rizado muy agradecido y cierta gracia para peinarme yo y que quede medianamente decente sin gastarme un duro. Sin embargo, tengo mi propio ritual que casi requiere toda mi atención ese día para completar paso por paso el camino hacia la belleza (dentro de lo que se puede, jeje, ya se sabe que aunque la mona se vista de seda...).

He de reconocer que paso media ceremonia imaginando cómo será el día que me case yo (que llegue ese día, porfi, porfi!!). Sé que eso no está bonito... pero es casi preferible a aquellas veces que me meto tanto en lo que se está viviendo y se me saltan las lágrimas. Eso queda emotivo si se casa mi amiga, pero cuando la boda es de una compañera de trabajo de mi novio paso muchísima vergüenza... miro al de al lado e intento disimular con un pañuelito como que algo se me ha metido en un ojo...

En cambio, la celebración en sí, ya en el restaurante, es un rato muy divertido. Es cuando ojeas de verdad al resto de los invitados, puedes ver si hay vestidos repetidos o gente merecedora de una crítica destructiva (aquí no hay benevolencia ninguna), destacar lo que está muy bueno o muy bien programado, deslucir lo que está peor, y pasar un buen rato con tus compañeros de mesa. La verdad es que he tenido suerte y, a día de hoy, en (casi) ninguna boda a la que he ido me lo he pasado mal durante la cena. He tenido compañeros de mesa con los que casi me atraganto de la risa...

De la barra libre, no os hablo... esa es la parte que disfruta todo el mundo y por la que para muchos merecen la pena las bodas. Yo no soy inmune, he estado en barras libres muy, muy divertidas... pero no puedo quedarme sólo con esta parte de las bodas...

La boda de este finde estuvo bastante bien. He estado en bodas muchísimo mejores, pero también peores... me reí mucho durante la cena. Ahora ya tengo puesto mi objetivo en la siguiente... se casa mi primo!! Primera boda familiar cercana!! Faltan 6 meses, y ya voy a contrarreloj...

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