Mi vida está llena de incongruencias... dentro de mi, en las personas que me rodean, en las decisiones tomadas... en mi vida diaria. Lo peor de todo, es que soy consciente de ellas y, aun así, soy incapaz de eliminarlas de mí.
A la larga te acostumbras, incluso a lo malo... puedo vivir sin entender a los demás, sin comprenderme a mí misma muchas veces. He conseguido que el pellizco (casi) constante en la boca de mi estómago no me haga enloquecer. Puedo llorar de impotencia y volver a estar medianamente bien en un plazo corto de tiempo.
Pero hay días en que no soy capaz de tenerlo todo bajo control... sin saber muy bien por qué, todo lo que no encaja en mi vida me explota en la cara. Y me ahoga. No entiendo por qué no lo cambio, por qué no termino con tantas cosas... y siento que ya no puedo más.
Hoy es uno de esos días. Un viernes que parecía ser fantástico y que ha terminado haciéndose bola...
Y tengo una bola tan hermosa que no sé muy bien qué hacer con ella. Podría pegarle una patada y alejarla de mí, podría ignorarla... pero me apetece llorar con alguien y no puedo. Es triste, y es raro, pero no puedo llorar con nadie sobre mis tonterías.
Me prometí a mí misma que no lo haría... no quería escribir en mi blog un post sobre autodestrucción para compartir mi malestar con el mundo... pero quizás sólo sea otra incongruencia más en mi vida.
La parte buena?? Prometo que mañana habrá pasado todo. Palabrita de Ali.
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