Mi madre me dijo una vez que ella en ocasiones no se sentía merecedora de la felicidad. Aparte de que creo en esas conexiones ascendentes y descendentes con personas de tu familia, por las cuales distintas personas comparten cargas emocionales a lo largo de sus vidas, para muchas cosas soy digna hija de mi madre.
Si me paro a pensarlo, hay veces que no me siento capaz de disfrutar, de vivir, de ser feliz sin más. Y no me chirría pensar que quizás yo misma me he creído el cuento de que tengo que llevar una vida difícil. Podría echar balones fuera y decir que no me han enseñado... pero a mis hermanos tampoco les han enseñado a disfrutar y lo hacen bastante mejor que yo, y con más asiduidad.
Esta Semana Santa se han alineado los planetas y estoy teniendo muchos momentos de disfrute. Aunque lo pienso y no creo que esté teniendo más o menos momentos que en otras épocas de mi vida... sí que quizás, corrijo, yo me siento más receptiva y relajada, y estoy siendo consciente de que esos momentos están ahí para ser disfrutados. Y, para más suerte, le estoy echando los ovarios suficientes y las ganas para no dejarlos pasar, sino atarlos bien fuerte y exprimirlos todo lo que pueda...
Espero recordarlo los días que no sea tan inteligente... que los momentos buenos están ahí, no siempre, pero casi. Y que somos nosotros mismos quienes los saboteamos, y elegimos sufrir, escoger la parte mala, en lugar de saborear el placer de disfrutar de lo bonito de la vida.
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