Siempre he querido ser perfecta. Quizás todos aspiramos a ello, pero yo me lo autoimpongo desde muy pequeñita, así, sin darme cuenta.
Necesitaría varias horas de terapia para discernir de dónde me viene a mi tanta exigencia... pero no es el tema que nos ocupa. El caso es que me creo necesidades que no tengo, peticiones de los demás que no me hacen y obligaciones que no son tales.
En épocas como la actual, en la que tengo más carga de trabajo de la que estoy acostumbrada, esto es un fastidio más: además de estar reventada, de correr de un lado para otro y no llegar, tengo la desagradable sensación de estar haciéndolo siempre todo mal, de que no estoy donde tengo y como tengo que estar, y siento como si tuviera que pedir perdón.
Perdón por no ser tan perfecta como yo me pido a mí misma ser... perdón por no tener ganas de reir o de hacer tantas cosas como en otras épocas, perdón por no estar con mi madre todo el tiempo que me gustaría, o no ver a la gente, o no hablar con mi hermana por teléfono, por no trabajar con las mismas ganas... perdón, perdón, perdón.
Es curioso, ayer me vi a mí misma pidiéndome perdón, como si no pudiera vivir sin mi indulgencia ni la de los demás... y me quedé flipada. Y es que, ¿quién me manda a mí llegar a todo? ¿Dónde está escrito que yo tenga que dar el 100% en todas las áreas y épocas de mi vida? Nadie me lo ha pedido, ni yo lo he firmado...
Así que he decidido sobrevivir estas dos semanas intentando disfrutar de lo que sí hago y sin pensar en lo que me dejo por hacer... no soy perfecta, aunque todavía no me he enterado por lo visto... pero sin serlo, sí que soy una superwoman a veces. Y con esto, por ahora, me basta.
todos somos perfectos con nuestras imperfecciones. es más, son nuestras pequeñas imperfecciones las que nos hacen perfectos.
ResponderEliminarun beso
Qué gran frase, me encanta!! Me la voy a tener que pegar en un post-it en el espejo del baño... jajajaja!
EliminarUn besote!