Motivo 73: Calor maternal.

No es la primera vez que hablo de ella por aquí... y no será la última. Pero es lo que me pide el cuerpo esta mañana.

A lo largo de mi vida, mi relación con mi madre ha tenido sus épocas, como todo. Tu cambias, creces, maduras... Ella se transforma, evoluciona, incluso comienza a envejecer. Todo cambia, pero nada lo hace al mismo tiempo.

He intentado hacerme fuerte, curtirme con la vida e intentar ingeniármelas solita. He buscado apoyos en otras partes, por diversificar, por no preocuparla e incluso por "venganza". En algunas épocas casi lo he conseguido... o eso pensaba yo.

Me reafirmo en algo que tuve la suerte de aprender hace años: no hay nada en el mundo como una madre. Nada. No hay amor más grande, más incondicional, más altruista... y que haga tanto bien.

Voy a empezar con la regla esta semana... y estoy deshormonada perdida. Además, estoy cansada, tremendamente cansada y estresada. Lo llevo con alegría la mayoría de los días, pero hay veces que se juntan varias cosas y la cabeza y el corazón explotan por donde pueden. 

Ayer fue uno de esos días. Anoche me sentía tan triste y tan harta de todo... que no podía sola. No podía contarle el porqué a Pequeño porque le atañe sin tener culpa y es por algo sorpresa para él. No quería contárselo a mi madre porque no me gusta contarle rollos de la boda porque sé que lo pasa mal por mí, no podía contárselo a mi hermana porque la pobre tenía un día peor que el mío...

Se lo conté a mi alter ego durante mis años universitarios. Es algo que hacemos con frecuencia, mandarnos un wasap en plan "puedo amargarte un rato??" y dar rienda suelta a todo lo malo del día. Es de las pocas personas con las que puedo hablar sin pensar en lo que digo, lo suficientemente lejos como para ver las cosas desde fuera de mi mundo cotidiano, lo suficientemente cerca como para empatizar y poder decirme "tia, no llevas razón". 

Me sentó genial. Me hizo mucho bien. Sin embargo, en la soledad de la noche, con el Pequeño roncando al lado, mis fantasmitas volvieron a la carga. Y no pude evitar llorar y estar hasta más de las 2 de la mañana con los ojos como platos. Y os aseguro que estaba cansada de dormirme viendo la tele, ayer era horroroso...

Tengo un novio que, no siendo perfecto, es un sol. Se dio cuenta, me abrazó fuerte y me ayudó a dormir. Creo que sin él no habría pegado ojo. Fue bonito, dentro de la tristeza. Ahora lo recuerdo y sólo puedo sonreír. 

Sin embargo, esta mañana se ha ido a trabajar y yo me he levantado con el pie torcido. Soy así, no lo puedo evitar.. Si me acuesto con algo sin solucionar, tengo que retomarlo al día siguiente. Y vuelvo a amargarme el día, a llorar y a enfadarme.

He tenido que rendirme... y llamar a mamá. Y mamá, como siempre, ha respondido. Sorprendiéndome, demostrándome que llega de sobra a donde yo creo que no va a llegar. Siendo capaz de dejar a un lado lo que realmente piensa para ayudarme de la forma que yo lo necesito. Escuchando, consolando, apoyando, y acompañándome para que lo solucione. 

Porque tu madre no puede solucionarte la vida, por más que le gustaría. Sólo puede llorar contigo. Hacerte reír. Contarte su experiencia cuando ella hace años pasó por ahí. Escucharte como si fueras lo más importante que hay en su vida. Y es que seguramente lo seas, aunque a veces se te olvide.

Creo que no tendré vida suficiente para agradecer la madre que tengo. No hay nada más grande en la vida, no puedo ser más afortunada.