Escribir como si la vida se te escapase por los poros.
Como si existieran formas de salvarse que no pasaran por unos labios.
Como si existieran formas de salvarse que no pasaran por unos labios.
Escribir aunque amenace tormenta y no haya más que nubes a tu alrededor.
Como si fuera necesario que tu lluvia pueble los jardines.
Como si fuera necesario que tu lluvia pueble los jardines.
Escribir hasta que te tiemblen las piernas.
Hasta que tu estómago sea un terremoto de emociones.
Escribir para callar el ruido atronador de tus pájaros escondidos.
Para gritar en balcones de todas esas calles sin nombre.
Escribir para acariciar la derrota antes de darle muerte.
Para mirar a los ojos al fracaso y escupir en sus almenas.
Escribir para que suenen todas las canciones que nadie ha compuesto.
Para que sean banda sonora de tus pasos.
Escribir para que el invierno no te hiele por dentro.
Para que el verano no derrita tu esencia.
Escribir para escapar de los miedos que te atenazan.
Para encontrar el paracaídas antes del salto.
Escribir para encontrarse con lo que fuiste y has sido.
Para saber quién eres ahora.
Escribir para contar tu historia.
Para que otros formen parte de ella.
Escribir para librarse de lo que pesa.
Como si hiciera falta que el globo se elevase.
Escribir aunque otros te digan que no puedes hacerlo.
Y reírte mientras se llevan las manos a la cabeza.
Escribir para ser y para estar.
Para viajar lejos y que se despierten los sueños en tu cabeza.
Escribir porque te nace.
Porque te respetas.
Y sobre todo, escribir.
Y sentir que escribir es lo que necesitas.
Tomado prestado del blog Utopía en días rojos
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